Con el pasar de los años escuché algunos comentarios del matrimonio que de niña no comprendía más que hacían eco en mi mente conforme crecía. "¿Te quieres casar?", “Mm prefiero vivir”, “el matrimonio es la unión de dos demonios que hacen de la vida un infierno” “¿te vas a casar? Con s o con z”. Todos ellos eran chistes o comentarios al aire, dispuestos para aquellos que desearan tomarlos, y yo, como niña curiosa, los tomé. Así que comencé a crear una idea negativa del “Matrimonio” y al llegar a mi adolescencia y casi a mi adultez había tomado la decisión de nunca hacerlo, ya que “era perder mi libertad”, me resulta algo cómico el pensar que llevaba un cuarto de vida en la tierra y ya creía que había tomado decisiones definitivas para el resto de ella, más para mí era una verdad absoluta que de no haber sido iluminada se hubiese convertido en la verdad de mi vida.
Conforme pasaron algunos años tomé una de las mejores elecciones de mi vida y fue ser la observadora de mi mente y de mi entorno, así que me permití observar TODO lo que me rodeaba, lo que llegaba a mi mente, lo que veía en la TV, lo que leía, absolutamente todo, y, como mi posición de observadora lo indicaba, no entraba en la película, así que no participaba, y eso me daba un aprendizaje neutro de cualquier situación, y lo que más me generaba interés de observación eran las parejas. Llegaban tantas parejas a consultas con mi padre y al observarlas, me resultaba tan complejo y al mismo tiempo tan mínimo todo aquello por lo que podían complicarse el uno al otro sus vidas, observar las ideas que alimentaban en su mente para hacer de la convivencia con el otro un paraíso o un infierno. No paso mucho tiempo para que se convirtieran en mi observación favorita. Entre el aprendizaje y observación llego un cambio en mí pensar y en mi vida, comprendí que el otro es el otro y que se convierte en mi reflejo en la medida que estoy con él. Surgieron preguntas como ¿a dónde voy? Si no es a donde mi compañero me sigue, o ¿a dónde me dirijo? Si no es a donde él me guía. Desglosando todas estas preguntas, ideas y situaciones, comencé a entender que no podía exigirle a alguien más de lo que podía ofrecer y que no existía más responsabilidad que conmigo mismo. ¿Por qué exijo?, ¿por qué pido? Si lo que yo añoro nadie puede brindármelo, si lo que yo poseo es lo único que puedo compartirme. Tanta complejidad en algo tan básico y tanto aprendizaje en algo tan común que vamos a ir desenvolviendo mientras avanzamos en el escrito.
Conforme caminaba y pasaba el tiempo empecé a darme cuenta que el amor que conocía era transitorio, pero que cuándo se trata de aprender de sí mismo, el amor se volvía eterno y que quien me acompañase era mi maestro, no mi esclavo, no la persona que llenara mis carencias, ¡qué complejo!.
Entender que mi mayor compañía realmente soy yo y que la relación que tenga conmigo mismo se verá reflejada en mi compañero, ¿qué miedo?. Cuando vemos que el otro me muestra mis demonios, cuando siento “que él saca lo peor de mí”, me entero que no es él, que se refleja en él, porque es con quien más me relaciono, mas no es el.
En nuestra escuela no decimos “qué difícil”, decimos “que rico” porque sabemos qué hay mucho por tejer, y aquí estamos, tejiendo, aprendiendo a des tejer y tejer, porque comprendemos que hay tanto para aprender cuando se trata de relaciones, aprender a integrar que aunque el otro nos acompañe, somos nosotros los responsables de nuestro camino, emociones y desarrollo, que cuando dos seres humanos que transitan el mismo camino del aprendizaje se acompañan desde la consciencia, se convierten en seres de luz que guían una ruta que otros pueden transitar, más cuando lo hacen desde la inconciencia, ambos pueden acompañarse a hundirse en el inframundo de delegar responsabilidad y miedo al otro. Aunque hay que decir que este último es un camino difícil, casi siempre elegido por la inconsciencia, un camino donde prima el miedo y que va en descenso, es el camino de: ¿si yo exijo?, ¿si tú exiges? ¿A dónde nos lleva el mundo de la exigencia?, No lo reconozco, más, ha de ser complejo y para no entrar en él, aquí estamos profundizando en algunas creencias, en algunas limitaciones.
Alguna vez escuché que el camino de ser compañero llevaba “Sacrificio”, lo que me indicaba, dentro de mi educación, el “Sagrado oficio”. El sagrado oficio es (A mi concepto) hacer lo que amo, lo cual me favorece a mí y a mi colectivo, más llegan algunas preguntas comunes y retoricas, ¿y si mi compañero no me acompaña?, ¿se lo exijo?. Este es un camino individual, aquí estoy por mí y el desarrollo de lo que soy y los que me rodean, nadie puede hacerlo por mí, así que.. ¿que tiene que ver mi pareja? ¿Acaso la elegí por un motivo en particular? Porque si así fuera no lo hubiese hecho, la elegí porque sentí que aquí era, fuera correcto o incorrecto y aquí estoy aprendiendo, desarrollándome, viviendo con mil situaciones más con la consciencia de que todas esas situaciones han estado acordes conmigo mismo y mi aprendizaje, dejando de exigir un poco y observando a nuestro alrededor, podemos cambiar estas cuestiones con una información un poco más neutra, ¿que acaso no he incomodado a mi compañero?, ¿ha continuado conmigo aunque fuese difícil para mí? Son preguntas que deberíamos hacernos más seguido.
El compañero o compañera puede estar aunque el mundo se derrumbe más si yo no estoy para mí no lo comprenderé, ni lo veré porque es mi proceso el que se verá reflejado en mi relación con él. Es como me trato, como me observo y como me desarrollo conmigo misma en mi diario vivir, cómo me veré en mi espejo (Mi compañero o compañera). Estar con un ser humano igual a nosotros (Con miedos, dudas, dolor, sueños) puede convertir nuestro camino en algo maravilloso. Acompañarse desde alguien más que nos muestra todo aquello por laborar, puede convertirse en un cielo cuando me permito aprender, cuando paso a paso hay una mano la cual tomar mientras subo cada escalón, cuando hay una risa que me sigue en mis momentos de felicidad o un abrazo que me reconforta en mis momentos de oscuridad, dejar esa idea errada de niños en el cual el compañero está ahí para suplir todas las carencias y salvarnos de todos nuestros miedos nos invita a madurar en aquellos momentos que esos pensa-mientos anhelan regresar. No somos responsables del aprendizaje de nadie más que de nosotros mismos, y así es como de esta forma llega la tan anhelada libertad que tememos perder cuando estamos en pareja, de esta forma liberamos todas aquellas creencias y miedos que llegaban en torno a las ideas que nacieron desde el miedo de perdernos en el pensa-miento de que no podemos ser nosotros, o no podemos ser libres si estamos acompañados de alguien más, e ignoramos que esto sucede solamente cuando no somos responsables de nosotros mismos, de nuestro camino y aprendizaje.
Otro punto que me resulta interesante es que en muchas oportunidades nos comparamos con otras relaciones, anhelamos profundamente que el compañero o compañera sea igual a aquel o aquella, observando la superficialidad que aquel desea “vender” o “mostrar”, rechazamos y le exigimos a nuestros compañeros que sean de X o Y manera, buscando una perfección absurda basada en una felicidad que en la mayoría de casos es actuada. He tenido infinitas oportunidades de observar a profundidad aquellas parejas que son luz en la calle o frente a los demás, más en el momento de cerrar las puertas de su hogar, viven un infierno, dolor, sufrí-miento, oscuridad y falta de consciencia total, entonces surgen preguntas: ¿por qué anhelamos lo que no conocemos?, ¿por qué juzgamos a quien nos acompaña basado en esos estándares?.
Sé que muchos de ustedes han tenido la oportunidad de observar esas relaciones perfectas, las cuales admiraban y tenían de ejemplo y que quizás un día se enteraron de que se separaron “¿Por qué si se veían tan bien?", "¿no lo puedo creer si parecían tan felices?”, las preguntas comunes que llegan en este tipo de casos y con el pasar de los días nos enteramos de que había cientos de situaciones debajo de aquella capa de perfección que nunca fueron laboradas y eso los llevo a la separación, y en la mayoría de las ocasiones, a una separación densa y llena de conflicto. A eso, es a lo que han llamado muchos el infierno, a compararse, minimizarse o exigirse todo el tiempo.
Aceptar nuestro camino individual, comprendiendo que hago lo mejor que puedo con la información que tengo, me lleva a aceptar mi proceso y a su vez el de mi compañero. Qué hermoso es trascender aquellas etapas en donde primaba el miedo y el dolor, con la consciencia de la observación de todo lo que me rodea.
El punto no es criticar o juzgar lo que el otro vive, el punto es permitirme crear mi propia consciencia desde un criterio propio, desde mi propia autenticidad y antes de juzgar o atacar, comprender que el otro es mi maestro y que de igual forma yo estoy en su propio camino de aprendizaje.
Así, observando, escuchando, conociendo, fue que encontré mi propio cielo, después de tantos infiernos, de tantas creencias, aprendizaje y situaciones logre sembrar ese cielo tan anhelado en mí, plante la semilla y la regué en aprendizaje hasta que pude cultivarla, con amor y con dulzura, hasta que encontré mi tan buscada cosecha y entendí que se trata de compartirla con quien nos acompaña, que fue una labor individual, más se disfruta con quien nos acompañe en el proceso y está unido a la labor.
A veces mi cielo se convierte en infierno y con la información, rápidamente regreso a él, más fue todo un camino para llegar a iluminar aquello en lo que creía desde la inconsciencia, iluminándolo con una pequeña llama transmitida por mi padre más que fue mi labor convertirla en una hoguera.
Para aquellos que también se encuentran ante la oportunidad de estar en su propia compañía, tienen todo el tiempo para iluminar todas aquellas creencias con las cuales se han limitado, no se trata de estar con alguien por miedo a encontrarse en aquella soledad que nos conecta con nosotros mismos, se trata de abrazarla con tanto amor hasta que nos muestre aquellos miedos con los que no nos hemos permitido crear una relación sana y estable con nosotros mismos.
Se dice que uno no necesita a nadie para sentirse pleno más que bien se siente cuando se tiene a alguien para compartir la plenitud. La búsqueda se hace mejor en compañía.
Los amo Tribu, pronto nos volveremos a leer
Laura Velásquez.