¿Castigamos por la acción del otro?. Siempre escuchamos en nuestras conversaciones cotidianas “Esta persona me dañó”, “me hirió”, “me hizo”, “me engaño” y otras tantas frases con las que nos referimos para culpar al otro de nuestro sentir o “dolor”. Siempre permaneciendo en la superficie de la situación en donde retribuirle toda la responsabilidad al otro es más cómodo, porque culturalmente no se ha infundido la consciencia de observar a profundidad una situación y ahí entra mi cuestión ¿realmente es tan difícil o poco factible hacerme responsable completamente de lo que sucede en mi vida?
Estos fueron los puntos que encontré en mi búsqueda de la respuesta. Creer que el otro tiene un poder tan grande sobre mí, al punto de imaginar que es él quien genera las emociones dañinas con las que me habito es brindarme un castigo por la actitud de alguien más.
Si partimos del referente que indica que los seres humanos pueden comportarse de X o Y forma y que soy yo quien decido mi reacción ante ello, entonces reafirmamos esta teoría, si siento ira, dolor, frustración, vergüenza por la acción de alguien más en definitiva lo que estoy realizando es delegar la responsabilidad de mi vida constante y continuamente a cómo los demás se comporten y de esta forma nos convertiríamos en un barco a la deriva a merced de las olas del comporta-miento de otro.
El anterior punto queda claro, pero ¿por qué permitimos esto en nuestra vida?, uno de los mayores conflictos que habita el ser humano a nivel psicológico es el conflicto de reconocí-miento, es decir, hay una búsqueda constante y continua de aprobación de los seres que nos rodean porque se busca en los demás la forma de reforzar lo valiosos que somos o podríamos llegar a ser, esto resulta complejo porque dentro de un planeta en donde existen millones de mentes, visiones y formas es casi imposible que todos concuerden en un solo pensar, por lo cual siempre existirán detractores o críticos hacia lo que realices o dejes de realizar.
La única forma de dar un verdadero paso hacia la libertad del ser es encontrando la forma de reconocerme a mí mismo, mi propio proceso, soy yo quien me doy mi valor, quien comprende mi camino e integro que TODO, absolutamente todo es para aprender y que aunque buscamos siempre dar lo “mejor” y hacerlo de la “mejor” manera, siempre debemos ser nosotros quien estemos puliendo un proceso que es perfecto dentro de lo imperfecto.
Siguiendo el hilo de esta investigación, si observamos de una forma objetiva, siempre culpar a los demás de forma continua y constante de nuestro accionar o no accionar, de nuestras “desgracias”, nos vamos a topar con un gigante muro de ignorancia y dolor con el que nos mantenemos atrapados en el sufri-miento.
Hacernos responsables de nuestro proceso es el único paso que existe para la libertad absoluta del ser, continuar reconociendo mi propio proceso desde la individualidad sin requerir que sea el otro quien me dé una palabra de aceptación es lo que nos permitirá encontrar en nosotros mismos el centro en el cual oscilar, un centro que nos permite escuchar, aceptar y continuar, más no nos permitimos castigarnos con una emoción densa a raíz de lo que el otro pudo decir, pensar o actuar.
El control que ejercemos sobre cómo deseamos que los demás nos vean se convierten en las cadenas con las que truncamos nuestro proceso. Obsérvese desde sus ojos, aconséjese desde su visión, no se permita encontrarse a sí mismo midiéndose con la vara del vecino porque el vecino lleva un proceso totalmente diferente al suyo, aunque se encuentren en el mismo lugar, aunque aparentemente les suceda todo igual. “El privilegio de toda una vida es convertirte en quien realmente eres” Carl Gustav Jung
Tribu, los invito a encontrar su centro, un centro con el que se permitan aprender de los demás, sin castigarse por no obtener el resultado esperado por otros, permítanse la libertad de ser ustedes mismos asumiendo la responsabilidad de su propio camino sin necesidad de encontrar validación en los demás.
Pronto nos volveremos a leer, un abrazo. Nos amamos.
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